El aparato de la
iluminación no sólo es importante para la observación de los peces, sino que
además es una fuente de energía vital para las plantas con clorofila y, por lo
tanto, para todos los organismos que viven en el acuario. Dado que la luz
natural es demasiado irregular y no se controla bien, suele preferirse un
sistema de iluminación artificia, cuya efectividad depende de varios
parámetros: la cantidad de luz, la calidad del espectro luminoso y la duración
de la iluminación.
Cantidad de luz
La cantidad de luz
emitida en condiciones naturales es intensa: al mediodía, bajo un cielo
despejado, alcanza 75.000 lumens (es
la unidad del Sistema Internacional de Medidas para medir el flujo luminoso,
una medida de la potencia luminosa emitida por la fuente. El flujo luminoso se
diferencia del flujo radiante en que el primero contempla la sensibilidad
variable del ojo humano a las diferentes longitudes de onda de la luz y el
último involucra toda la radiación electromagnética emitida por la fuente según
las leyes de Wien y de Stefan-Boltzmann sin considerar si tal radiación es
visible o no.); bajo un cielo ligeramente nublado
es de 15.000 a 20.000 lumens. Por lo contrario, bajo una columna de agua de 30
a 40 cm, desciende hasta unos 3.000 a 700 lumens. En una zona de bosque, bajo
unos 50 cm de agua, la penetración de la luz se ve fuertemente reducida: entre
200 y 500 lumens. El agua actúa como filtro frenando rápidamente los rayos
infrarrojos y ultravioletas que se encuentran en ambos extremos del espectro.
Las partículas en
suspensión y las sustancias disueltas en el agua, así como las tapaderas del
acuario, constituyen obstáculos suplementarios para la penetración de la luz.
Por todas estas razones, es muy útil filtrar eficazmente el agua del acuario y
mantener las tapaderas tan limpias como sea posible, de forma que el agua se
conserve límpida. Las pérdidas de la luz por absorción y por reflexión, debidas
a la presencia de tapaderas, pueden alcanzar hasta el 10%, dependiendo del
espesor del material. Por otra parte, la intensidad luminosa puede
incrementarse mediante el uso de reflectores bien situados. El aluminio pulido
o una superficie blanca mejoran sensiblemente la difusión de la luz.
La iluminación
artificial, contrariamente a la luz natural, permite administrar de forma
óptima la duración, la potencia y la calidad espectral de la luz. La
iluminación ideal para las plantas se compone de una radiación roja de fuerte
densidad y una radiación azul más débil. Cada tipo de tubo emite longitudes de
onda específicas, y basta con combinarlos para obtener una buena luz.
Experimentos realizados
en invernadero y en acuario demuestran que las plantas reaccionan positivamente
a un espectro luminoso con baja intensidad de azul, una intensidad media de
verde-amarillo y una intensidad elevada de rojo. Algunos tubos fluorescentes
permiten también iluminar suficientemente las plantas de acuario al tiempo que
dificultan el crecimiento de las algas indeseables.
Para evaluar el flujo
luminoso necesario en un acuario, hay que tener en cuenta las exigencias de las
plantas acuáticas, así como la altura de la columna de agua. Este cálculo no
sólo es tedioso sino que resulta demasiado teórico.
·
La iluminación se mide en lumens,
mientras que los tubos se venden con una información adicional en vatios;
·
Los diferentes tipos de tubos
fluorescentes no emiten, pese a tener igual potencia, la misma cantidad de luz;
·
La luz natural influye enormemente
sobre la cantidad de luz recibida por el acuario;
·
Finalmente, ciertos peces o plantas
no tienen exactamente las mismas necesidades de luz.
Así, a título
informativo, podemos decir que con una iluminación fluorescente, 1 vatio por
cada 4 litros de agua representa una iluminación débil, 1 vatio por cada 3
litros de agua constituye una iluminación media y 1 vatio por cada 2 litros de
agua corresponde a una iluminación fuerte. Para iluminar un acuario de agua dulce,
1 vatio de energía fluorescente para 3 litros de agua parece suficiente. Tras
unos meses de funcionamiento, el desarrollo de las plantas acuáticas y, sobre
todo, el color de las algas, nos indicarán si la iluminación es correcta o
insuficiente. Efectivamente, la presencia de algas pardas sobre los cristales o
sobre la arena suele significar una intensidad luminosa demasiado débil o de
mala calidad. Aumentando la potencia o el tiempo de iluminación, o bien
equipándonos con tubos fluorescentes hortícolas, que favorecen el buen
desarrollo de las plantas, podemos corregir este defecto. La presencia de algas
azules, por el contrario, significa que la intensidad luminosa es excesiva. En
este caso, habrá que reducir la potencia o el tiempo de iluminación y no
tardaremos en comprobar que las algas azules son sustituidas por las algas
verdes, muy beneficiosas para toda la fauna. El desarrollo de las algas verdes
es, precisamente, el síntoma de que la iluminación es satisfactoria y el medio
acuático está en perfectas condiciones de salubridad.
La calidad del espectro
luminoso
Las lámparas de incandescencia se presentan en forma de un bulbo que contiene un hilo conductor colocado en vacío. Este tipo de lámpara, con una calidad mediocre de espectro, se emplea fundamentalmente en los acuarios holandeses junto con tubos fluorescentes, de mayor rendimiento.
Los tubos fluorescentes
ofrecen un surtido más amplio en lo que a calidad de luz se refiere. La
longitud de los tubos determina la potencia de la iluminación y el escoger una
u otra medida es también función del lugar disponible sobre el acuario.
El rendimiento del tubo
fluorescente es del 20%, es decir, 3 veces superior al de una lámpara de
incandescencia, de la que una gran parte de la energía se dispersa en forma de
calor. El rendimiento luminosos de los tubos fluorescentes es del orden de 50 a
80 lumens/vatio. Otra ventaja de la iluminación
fluorescente sobre la incandescente es la gran duración de los tubos, que
depende del número de veces que accionemos el interruptor.
La vida media de un
tubo fluorescente es de 6000 Horas aproximadamente, lo que representa entre 12
y 14 horas de iluminación al día durante un año. Otros tubos, más caros, tienen
una vida media cuatro veces superior, es decir, 24000 horas.
Por tanto, la
diferencia de coste justifica perfectamente su compra. También existen tubos
con reflector incorporado. Para obtener una luz que realce los colores de los
peces y satisfaga al mismo tiempo las necesidades fotosintéticas de las
plantas, utilice una serie de tubos para que el espectro luminoso sea complementario.
Los llamados tubos calientes proporcionan una luz con predominio del amarillo
anaranjado, mientras que los tubos fluorescentes hortícolas favorecen los tonos
azulados y rojos, si bien su rendimiento luminoso es mediocre. Lo que se suele
hacer es asociarlos a otros tubos de espectro más amplio que tienen un
rendimiento luminoso mucho mejor. Las lámparas de descarga o destellos se
presentan en forma de una bombilla ovoide que contiene un pequeño tubo de cuarzo. Esta bombilla contiene un gas, el
argón, o vapor de mercurio sometido a una fuerte presión. La vida media de
estas lámparas es sensiblemente mayor que la de un tubo fluorescente, ya que
tras 6000 horas de funcionamiento, el flujo luminoso sólo disminuye en un 15%.
Las lámparas de vapor de mercurio HQI tienen un espectro luminoso próximo al de
la luz del sol, lo que favorece el crecimiento armonioso de las plantas. Se
comercializan con dos tipos de potencia: 80 y 15 vatios. Su vida media es de
unas 7000 horas y suelen reservarse para los grandes tanques tropicales de agua
dulce. Especialmente pensadas para la iluminación de invernaderos, estas lámparas
necesitan la instalación de un dispositivo y de unos reflectores especiales.
Hay que apuntar también que este tipo de iluminación sólo es apto para los
grandes acuarios tropicales, ya que la temperatura de la pared de la bombilla
es del orden de 300 a 350 grados centígrados en régimen normal de
funcionamiento. Por lo general, la luz que proporcionan estas lámparas es
excelente, próxima a la luz natural, con la ventaja de que es una luz favorable
para las plantas. Presenta, sin embargo, dos graves inconvenientes:
En el mercado existe una gran variedad de tubos fluorescentes |
En primer lugar, no se
integra en una galería clásica, sino que hay que colgarla por encima del agua.
Además, hay que esperar 3 minutos desde su instalación para que alcance su
máximo rendimiento. Para iluminar un acuario de 50 cm de altura y unos 120 cm
de longitud, son necesarias dos o tres lámparas de vapor de mercurio de 60 a 80
vatios.
Algunas marcas proponen
lámparas con una clara dominancia del amarillo que resulta incompatible con su
uso en acuariofilia. También hay bombillas específicas para los invertebrados
de agua de mar con un claro predominio del color azul claro y que proporciona
una bonita luminosidad. Una bombilla de este tipo, conocida como HQI, dispensa
1000 lumens para un consumo de 150 vatios. Su vida media es de 6000 horas. Las
lámparas halógenas HQI, con potencias que oscilan entre 70 y 250 vatios, tienen
una dominante ligeramente amarilla. Su vida media es también de unas 6000
horas. Se emplean fundamentalmente para la iluminación de acuarios marinos
espaciosos. La sustitución de los tubos, ya sean fluorescentes o de vapor de
mercurio, debe realizarse de forma progresiva. Si cambiásemos todos los tubos
del sistema de iluminación al mismo tiempo, la brusca modificación de la intensidad
y del espectro luminoso que tendría lugar, sería particularmente perjudicial
para las plantas acuáticas. La sustitución de los tubos gastados debe
escalonarse a lo largo de barias semanas, a razón de un tubo por semana.
La duración de la
iluminación
Una manera de controlar la duración de la iluminación es a traves de un reloj temporizador. |
Así pues, hemos de
desconectar la iluminación del acuario por la noche e intentar no encender la
luz de la habitación en la que se encuentra el acuario. Para reproducir la más
fielmente posible las condiciones naturales de las regiones tropicales, hemos de
mantener una iluminación diaria de unas 12 a 14 horas.
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